Introducción: ir a terapia no es un fracaso
Ir a terapia siendo adolescente no es de alguien exagerado ni débil. Es una respuesta madura cuando lo que sientes supera tus recursos de ese momento. La adolescencia no es solo ‘una etapa’: es un periodo de cambios reales en el cuerpo, la identidad, las amistades, la forma de aprender y de relacionarte (también online). Con tanta novedad, es comprensible que aparezca ansiedad, altibajos en el estado de ánimo, problemas de sueño, conflicto en casa o en situaciones que te sobrepasan (acoso, rupturas, pérdidas). La terapia existe para ofrecerte un lugar seguro y confidencial donde ordenar todo eso sin prisa y sin juicios.
¿Qué aporta este espacio? Primero, escucha profesional: alguien entrenado para ayudarte a poner palabras a lo que te pasa, entender de dónde viene y qué lo mantiene. Segundo, marco y calma: cuando todo parece urgente, la consulta desacelera y te da un mapa. Tercero, alianza: no se trata de que te digan qué hacer, sino de construir contigo objeticos realistas y una forma de trabajar que encaje con tu ritmo.
También importa saber qué no es la terapia. No es un interrogatorio ni una charla moral. Ir a terapia siendo adolescente (o adulto), no es etiquetarte por cómo te sientes. No es obligarte a hablar de algo para lo que aún no estás preparado/a. Y, por sí sola, la psicología no receta medicación; si en algún momento se valora consultar con psiquiatría, se te explicaría con claridad y se decidiría contigo.
Uno de los mayores miedos es la confidencialidad: ‘¿se enterarán en casa de todo lo que cuente?’. La confidencialidad es un pilar del trabajo terapéutico: lo que dices se cuida y no se comparte salvo en situaciones de riesgo grave o por motivos legales. Cuando eres menos, el/la profesional te explicará con detalle qué información puede compartirse, con quién y para qué, de modo que estés al tanto y puedas confiar.
En lo práctico, puede ser presencial u online. Es importante no esperar milagros de una a otra semana; lo que suele notarse primero es más comprensión de lo que te pasa, menos intensidad en los picos, más palabras y menos nudo, algo que mejora en el sueño o la concentración y la sensación de que ya no estás solo/a con esto.

Miedos frecuentes

Qué esperar en la primera sesión
La primera sesión está pensada para bajar nervios, explicarte cómo trabajaremos y entender qué necesitas. No es un examen; es un punto de partida seguro.
Primeros minutos:
Al comienzo de la sesión, tu terapeuta te explicará con claridad el marco de trabajo: confidencialidad, duración, frecuencia orientativa, honorarios, cómo se gestionan cambios o ausencias… Si eres menor, se comentará cómo se protege tu intimidad y qué información se compartiría con tu familia y para qué (siempre con tu consentimiento).
Si vienes con tu familia:
Suele hacerse una parte conjunta y otra a solas contigo, para que así todos podáis expresar vuestro punto de vista y motivo de consulta. La familia se plantea como aliada, no como ‘auditoría’. Se recuerda desde el principio qué temas se tratan contigo en privado y qué asuntos tiene sentido trabajar con tus referentes.
Conociéndote: evaluación tranquila:
El objetivo es entender el contexto, no buscar ‘culpables’. Se explora qué te trae, desde cuándo, qué lo empeora o alivia y qué has intentado. También se pregunta por áreas importantes para tu bienestar: sueño, apetito/energía, concentración, amistades, ocio, redes sociales, pareja/sexualidad, consumo (si lo hay) y salud física, toma de medicación,… A veces se usan cuestionarios breves para orientarse; no te definen, solo complementan la conversación. Si hay señales de riesgo (autolesiones, ideas de muerte, violencia), se abordan con cuidado y se acuerda un plan de seguridad.
Objetivos y plan inicial de trabajo:
Hacia el final se plantearán objetivos compartidos y marcadores de progreso sencillos para así buscar un plan posible y medible. Tras esto, se acordará la frecuencia de las sesiones, el papel de la familia si es necesario, así como la coordinación con tu médico/a o centro educativo siempre que haga falta.
Cierre de la sesión:
Al final de la sesión, siempre se te dará un pequeño resumen de lo comprendido y tendrás tu tiempo para exponer posibles dudas, inquietudes o sugerencias. En esta primera sesión no tendrás por qué contarlo todo, si consideras que se te ha quedado algo pendiente, puedes plantearlo para la siguiente sesión. El ritmo lo marcas tú.
Qué papel tiene la familia
En la terapia con adolescentes, la familia no es un ‘tribunal’ ni una espectadora pasiva: es agente de cuidado. El objetivo es no es que madres/padres ‘sepan todo’, sino crear condiciones de seguridad para que el proceso avance: honorarios posibles, clima menos tenso en casa, y acuerdos básicos que protejan el descanso, el estudio y la vida social del/la adolescente.
La colaboración familiar funciona cuando la familia se coloca como aliada: escucha, pregunta qué ayuda y qué no, y se coordina con la/el terapeuta para sostener cambios realistas. Eso no significa controlar el contenido de las sesiones. Sino que el espacio del/la adolescente es privado; lo que se comparte fuera es lo necesario para su cuidado y seguridad, pactado con él/ella. Ya desde el principio se pauta qué cosas se compartirán y qué queda dentro del espacio individual. Este encuadre protege la confianza del/la adolescente y también da a la familia tranquilidad de que hay un plan y se vigila la seguridad.

A veces el motivo de consulta trae conflictos intensos, lealtades divididas, duelos no resueltos o violencia previa. En esos casos, el foco clínico se mueve a patrones de interacción, con participación familiar cuidadosamente dosificada. Si hubiera riesgo o entornos no seguros, la prioridad es proteger y derivar o coordinar con los recursos necesarios.
También es frecuente que haya visiones diferentes sobre le problema o el tratamiento. El rol del terapeuta es mantener el eje en el bienestar del/la adolescente, evitar que la consulta se convierta en un escenario de disputa y homologar acuerdos mínimos: asistencia, confidencialidad, qué información se comparte y cómo. Cuando no hay consenso, se preserva el espacio terapéutico y se trabaja con quien sí puede colaborar.
Es de vital importancia que el acompañamiento sea inclusivo y sensible a la diversidad (LGTBIQ+, cultural, religiosa, neurodiversidad). La familia puede apoyar mucho si sostiene el respeto a la identidad del/la adolescente y acepta que algunas conversaciones requieren tiempos distintos para cada miembro.
En síntesis: la familia es un pilar cuando ayuda a que la terapia sea posible y segura, sin invadir la intimidad del proceso. Ese equilibrio -apoyo sin control- es lo que convierte a la familia en un verdadero factor de protección para la salud mental del/la adolescente.

Conclusión: ¿Cómo se nota que la terapia funciona?
La mejor señal no es que ‘desaparezcan’ las emociones difíciles, sino que recuperas margen para manejarlas sin que te arrastren. El progreso suele ser gradual y a veces silencioso. Se nota así:

En conclusión, ir a terapia siendo adolescente no te etiqueta ni te resta autonomía: te da un espacio seguro, confidencial y profesional para ordenar lo que sientes, entender por qué te pasa y recuperar dirección. El cambio real no es dejar de sentir, sino aprender a vivirte con más claridad y menos carga, en casa, en clase y con tus amistades.
Bibliografía
- American Academy of Child and Adolescent Psychiatry. (2013). Practice parameter for the psychiatric assessment of children and adolescents. Journal of the American Academy of Child & Adolescent Psychiatry, 52(2), 125–150.
- Gulliver, A., Griffiths, K. M., & Christensen, H. (2010). Perceived barriers and facilitators to mental health help-seeking in young people: A systematic review. BMC Psychiatry, 10, 113.
- Kazdin, A. E., & Weisz, J. R. (Eds.). (2017). Evidence-based psychotherapies for children and adolescents (3rd ed.). Guilford Press.
- Shirk, S. R., Karver, M., & Brown, R. (2011). The alliance in child and adolescent psychotherapy. Psychotherapy, 48(1), 17–24.
Si esto te resuena y quieres dar el paso, no tienes que hacerlo solo/a. En la Clínica de Psicología Marisol Sánchez situada en Hellín (Albacete) trabajamos con adolescentes ofreciendo un espacio seguro y confidencial. ¡Aunque también puedes encontrarnos online!

