Todxs hemos abierto la nevera ‘a ver qué hay’ después de un día tenso… aunque hayamos cenado hace una hora. Esa urgencia no responde a las necesidades del estómago, sino a las del estado de ánimo: es hambre emocional. Aprender a detectarla evita atracones, culpa y digestiones pesadas, y nos da herramientas para regular el estrés sin recurrir a la comida.

La comida que tapa silencios


Hambre emocional es comer para calmar sensaciones internas -ansiedad, aburrimiento, frustración, soledad- y no para reponer energía. No distingue edad ni género: encuestas europeas (2024) señalan que 4 de cada 10 personas reconocen picar ‘sin hambre’ al menos tres veces por semana. La inmediatez del sabor libera dopamina y produce alivio… que dura minutos; luego llega la culpa, el malestar digestivo y, a menudo, un ciclo de restricción -ataque que daña a la autoestima y salud metabólica. Comprender el proceso físico y psicológico es el primer paso para salir del bucle. 

Hambre física vs. hambre emocional


Las 3 preguntas ‘semáforo’ para identificar el hambre emocional


¿HACE MENOS DE 3 HORAS QUE COMÍ ALGO NUTRITIVO?

Rojo: probabilidad alta de hambre emocional 

Verde: espera una señal física o prepara un snack equilibrado

 

¿QUÉ EMOCIÓN DOMINA EN MÍ AHORA MISMO?

Escribir en una nota la emoción o decirla en voz alta reduce la actividad de la amígdala

¿UN VASO DE AGUA Y 120 SEGUNDOS CAMBIAN ALGO?

Bebe lento, respira profundo y haz un ‘chequeo corporal’; si la urgencia baja, era ansiedad, no hambre

Cuándo buscar ayuda especializada


Si has identificado en tu día a día que presentas episodios de hambre emocional y no sabes cómo gestionarla, puede ser un buen momento para comenzar un proceso de terapia psicológica, acudir a programas de psiconutrición o a grupos de apoyo presenciales u online. Además, son otros los factores que podrían ser una señal de alarma ante este problema: 

  • Sensación de ‘poseído/a’ al comer; aislamiento social para esconder los episodios.
  • Presencia de atracones al menos una vez a la semana durante 3 meses.
  • Incremento o pérdida drástica de peso.
  • Impacto en la salud física o mental.
  • Uso de métodos compensatorios (vómito, ejercicio compulsivo, laxantes, ayunos extremos).

Conclusión


El hambre emocional es un mensaje, no un enemigo. Aprender a identificarla es clave para conseguir un mayor bienestar, equilibrio y relación saludable con la comida. Porque no se trata de eliminar o prohibir alimentos, sino de elegir cuándo comer por placer genuino y cuándo buscar otra forma de cuidar tu mente.

Bibliografía


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  2. American Psychological Association. (2020). Stress in America™ 2020: A National Mental Health Crisis. Washington, DC: APA.
  3. Dallman, M. F. (2011). Stress‐induced obesity and the emotional nervous system. Trends in Endocrinology & Metabolism, 21(3), 159-165.
  4. Evers, C., Dingemans, A., Junghans, A. F., & Boevé, A. (2018). Feeling bad or feeling good, does emotion affect your consumption of food? A meta-analysis of lab studies. Appetite, 124, 138-147.
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  6. Mason, A. E., Epel, E. S., Aschbacher, K., Lustig, R. H., Acree, M., Kristeller, J., & Daubenmier, J. (2021). Effects of a mindful eating intervention on emotional eating and weight regulation among overweight individuals: A systematic review and meta-analysis. Obesity Reviews, 22(2), e13118.
Si este tema te preocupa o alguna vez has pensado en dar el paso de comenzar un proceso terapéutico, puedes encontrarme en mi clínica de psicología en Hellín (Albacete), ¡así como en modalidad online!
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